Es indudable que nos encontramos constantemente con nuevos cambios, nuevas circunstancias que transforman y desestabilizan la línea de actuación que nos marcamos y que nos obligan a ser flexibles. Del mismo modo la globalización y nuestra forma de interactuar con el resto de agentes del mercado también está en constante cambio, y es dentro de ese mundo global donde la iniciativa, la creatividad, la capacidad para innovar y nuestra actitud frente al desarrollo, permiten que nos posicionemos o que quedemos al margen de nuestro entorno. Lo que ocurre es que ninguno de esos aspectos son bienes físicos que podamos adquirir. Nos encontramos ante los “intangibles” de la empresa.

¿Qué es un activo intangible? 

Un activo intangible es un activo identificable y sin apariencia física.

Identificable, desde que se materializa en un proyecto, con un objetivo alcanzable, unos recursos definidos y cuantificados y con altas probabilidades de éxito.

Para este tipo de activo, su fin es generar rentabilidad a la empresa, mediante su venta o arrendamiento o bien mediante la mejora de procesos internos que incrementen la eficiencia y mejoren la productividad.

Existen intangibles que se adquieren, como pueden ser las licencias, patentes, concesiones administrativas o un fondo de comercio, estos son los intangibles obvios, de libro, y que prácticamente todas las empresas tienen en algún momento. Los intangibles realmente interesantes son aquellos que a priori desconocemos que existen pero que analizando en profundidad la empresa, se descubren y resultan muy rentables. Todas las empresas en su necesidad de interactuar en el mercado y en su sector, están en constante desarrollo. 

Ese desarrollo pasa por la mejora en un proceso, por la profesionalización de un área, por la creación de herramientas que faciliten las tareas, y que mejoren la calidad de la información… y todas estas acciones van encaminadas a una reducción de costes que mejore el beneficio, a una mayor agilidad en las ventas y en consecuencia crecimiento de las mismas, a una mejora del análisis de nuestro día a día que nos permita, a su vez, mejorar la toma de decisiones e implementar correctamente nuestra estrategia, enfocada siempre al incremento del resultado empresarial. Cuando somos capaces de identificar el conjunto de recursos que posibilitan esas mejoras, valorarlo y determinar su objetivo de éxito, nos encontramos ante un proyecto, bien de desarrollo o bien de innovación, si dado este último caso fuéramos pioneros en su estudio y creación.

Reconocer activos intangibles es clave

El reconocimiento de este tipo de activos no solo es posible, sino incluso recomendable. Probablemente si se acude a una entidad financiera para obtener financiación del mismo, la respuesta a recibir sea negativa, ya que no es un bien físico lo que se pretende adquirir. A nivel de financiación siempre puede recurrirse a alguna ayuda pública o beneficios fiscales en forma de deducciones si el proyecto está bien definido. Pero la realidad es que, al margen de su financiación o no, la empresa incurre por necesidad en esos costes de desarrollo y mejora y generalmente se pierden en la cuenta de resultados del año, cuando lo correcto sería ponerlos en valor e identificarlos, conocer anualmente en qué hemos invertido en pro de desarrollar y mejorar la operativa de la empresa, y finalmente valorar en la medida de lo posible los beneficios que esas inversiones nos han reportado.

El capital humano y sus ideas son, cada vez más, un pilar básico y fundamental en el desarrollo de las empresas y en su adaptación al cambio y, sin duda alguna, un activo capaz de generar una gran ventaja competitiva. Como todos los pilares, debe reforzarse. Su reconocimiento y puesta en valor no solo es necesario para la medición del grado de avance de la empresa, sino que muestra un aspecto cualitativo muy importante de la misma y pone de manifiesto un enfoque claro hacia la evolución. Algo en lo que ponemos el máximo cuidado y atención en Grupo GAMBÍN.